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El día que casi no conocemos la Muralla China

Ago 24, 2018 | Asia, Blog, China

Era uno de los días claves del viaje, básicamente porque íbamos a conocer la Gran Muralla China, la obra más grande jamás realizada por el hombre. Una obra de la que oímos hablar hasta el hartazgo, y jamás de mala manera. Sobran elogios, y adjetivos calificativos que la ponderan. La vara estaba muy arriba, y varias veces nos había pasado que de tanto que nos recomendaban un lugar, en el momento de conocerlo no cubría las expectativas. No porque el lugar sea feo, sino porque tenía la vara muy alta. Bueno, en la previa la Muralla tenía expectativas modo: “altísimas” y convertían este día es uno de los íconos de nuestro viaje.

Fiel a su estilo, Sofía estudió la mejor manera de conocer la muralla, donde y como ir, hasta saberse de memoria el nombre de los guías que nos podían tocar. Así fue que me enseñó y yo ahora les cuento (siempre el círculo es así: ella estudia, me enseña y yo replico) que desde Beijing podés ir a 3 sitios de la muralla: Badaling es la primera (70km de la capital), reconstruida, al igual que Mutianyu que es el segundo lugar que se puede visitar y finalmente Simatai, que está alejado por completo de las hordas turísticas masivas y permite conocer a la Muralla en su estado original, ya que nunca se ha reconstruido. El problema es que no es tan sencillo llegar ni recorrerla, porque su empinación que llegan hasta los 70º, y por si no recuerdan, nosotros vamos con una niña de 9 años y otra de un año y medio. Donde creen que nosotros fuimos? y sí, a Simatai.

El día no comenzó de la mejor manera. Contratamos una excursión hasta Gubei, un pueblo de agua que está al pié de las montañas de Simatai a donde arribamos luego de viajar 2hs desde Beijing. Desde allí, recorrimos el pueblo para luego subir a un teleférico que nos depositaría en la torre número 5 de la muralla (la mitad de las 10 torres a las que se pueden acceder desde allí).

El ingreso a Gubei es lo más parecido a un hotel 7 estrellas (con Starbucks incluido), o un shopping recién terminado de construir en el medio de Dubai. Al menos raro para un lugar que intenta mostrar las bondades de la cultura milenaria de la China. Pero tratamos de no ser prejuiciosos y dejamos eso de lado. De las 20 personas que íbamos en la combi, solo nos quedamos nosotros 4 y Pedro, un Vasco muy buena onda que había llegado a China para asistir al mayor encuentro de música electrónica de toda Asia. El resto de las personas, nunca entendimos a dónde se fueron, aunque supusimos que también querrían conocer la muralla.

Y aquí se comienzan a desenlazar hechos no planificados. Nos piden los pasaportes y que le abonemos la excursión ya que debían ir a buscar los tickets del teleférico (que se llevan la mayor parte del valor de la excursión). Entregado el pasaporte, y pagado el precio del tour, nuestro amigo chino de dudoso inglés desapareció por alrededor de 15 minutos. Al regresar, con cara de “no se como decirles esto”, nos comentó que el teleférico no estaba en funcionamiento y que por lo tanto no podíamos conocer la muralla. La alternativa es que podíamos volver al otro día por el mismo monto abonado. La miro a Sofía, lo miro a Pedro, ninguno de los 3 lográbamos entender con la liviandad que nos estaba dando tal noticia este chino que no se inmutaba. Estábamos perdiendo la posibilidad de conocer una de las 7 maravillas del mundo! ¿que onda? estaba loco este chino en pensar que podíamos volver al otro día como quién va desde Buenos Aires a Tigre?

Busco reaccionar, no salían todas las palabras que quería decirle en inglés, el chino no me entendía, y en medio Sofía que lo quería matar. No conocería la muralla pero al Chino Sofía lo mataba. Nos calmamos por un rato y le preguntamos qué otras alternativas podíamos tener: No podíamos ir a otro lugar de la muralla? No podríamos llegar caminando? qué posibilidades tenemos que el teleférico no vuelva a funcionar?.

El chino hilvanó un par de palabras en inglés, pero todas negativas. A otro lugar no podíamos ir, porque las otras 20 personas regresarán acá. Que volviera a funcionar el teleférico dependía pura y exclusivamente del clima lo cual no podemos manejar (encima acá en la base no se movía una hoja por el viento), y sobre ir caminando, se podía hacer, pero es muy exigente el camino, más para hacerlo con un bebé. En ese exacto momento Pedro decide que irá caminando, nosotros nos miramos y profundizamos las preguntas.. pero exigente cuanto? podíamos subir con Cata a porteándola?, las respuestas no fueron alentadoras. Nos volvimos a mirar con Sofía, la miré a Cata que andaba corriendo por el símil shopping, pienso en la ansiedad que constantemente invade a Sofi Jr por llegar a cualquier lugar, la vuelvo a mirar a Sofía, y como tantas veces, supimos al instante que es lo que haríamos. A la vez dimos vuelta la cabeza, y entre bronca y resignación miramos al Chino para hacerle saber que intentariamos ir caminando.

Entre el enojo y el interrogante por si lo lograríamos, comenzamos a caminar entre las calles del pueblo que van bordeando los canales de agua que lo hacen flotante. Una Venecia a escala pequeña, pero con verde abundante, algas en el agua, y construcciones muy cuidadas que conforman un pueblo de fantasía. A los costados puros restaurantes y casas de souvenir. Pero no podíamos disfrutar nada de todo esto. “A la vuelta sacamos fotos”, decíamos cada vez que uno intentaba sacar una foto. No bastaba que teníamos que subir caminando la montaña, sino que antes teníamos que atravesar el pueblo, misión muy difícil, porque los chinos efectivamente son chinos hasta para armar un mapa y era imposible según ese papel empalmar una calle con otra, así que avanzamos a fuerza de preguntas, carteles, señales y errores.

Por fin salimos del pueblo, y encontramos el camino inequívoco para avanzar. Justo allí estaba la estación de nuestro amigo el teleférico, “pero porque no funciona si no se mueve una hoja” le recriminábamos a la pobre cajera. Es que el viento estaba en la montaña, en las alturas. No nos queda otra que caminar. Vamos.

Escaleras de madera, árboles que no nos daban sombra y el calor que comenzaba a no dar tregua. Nosotros con ropa común, no apta para trekking. Y claro, si apenas teníamos pensado caminar algunos metros en la muralla. Quién se iba a imaginar que el teleférico no funcionaba.

Caminamos durante una hora más, hasta que en un momento, sin darnos cuenta, llegamos a la torre número 2. Nos agarró por sorpresa, pensábamos que nos faltaba un largo recorrido más. Pero claro, lo peor era la subida en la muralla misma. Pero estar ahí ya te cambiaba el esquema, estábamos tocando con nuestras propias manos historia pura del mundo. Una historia de esas que nos pertenecen a todos. Cuanto entendía Sofi jr. dónde estaba. Habrá disfrutado tanto como yo ese momento?. Del otro lado del mundo, tan lejos de Argentina, conociendo algo que el mundo mismo considera como una de las 7 obras jamás vistas y construidas por el hombre.

Me sentía pequeño, no podía creer que hace cientos de años atrás han muerto tantas personas en su construcción, y esas piedras, sí esas mismas piedras que pisábamos, fueron testigos de esos momentos. Es muy loco. Quizás por eso me atrae tanto la historia. La belleza pasa a un segundo plano porque la historia, lo que representa, y lo que representó la muralla es tan grande que hace olvidar la belleza del lugar, y eso que belleza no le falta.

Teníamos 8 torres por delante, con lugares tan empinados como un tobogán. Jamás llegaríamos a la 10, por cansancio, por esfuerzo, y porque ya el tiempo nos apremiaba para volver. Llegamos a la 6, entre la torre 5 y ésta, ya se nos había complicado mucho el ascenso. Nos explotaba el corazón de alegría. Estábamos los 4 juntos allí, otro recuerdo imborrable para nuestra memoria. Un escalón más, un click en la cámara más, una imagen en la retina más para no olvidar. Nada parecía alcanzar para agarrar ese momento con las dos manos y llevártelo con vos hasta el último de los días. Como haces eso? Como ser tan consciente de dónde estábamos. Allá abajo se veía la torre 2, la continuidad de la muralla serpentea en medio del filo de la montaña en su punto más alto, y la acompaña en su subir y bajar. Con este muro se vigilaba el ataque de los Otomanos, no podía construirse en otro lugar que no fuera el más alto.


Habremos sacado la cantidad de fotos que este lugar merece? Apretamos un par de veces más el disparador, grabamos un par de cosas más por las dudas. Nada abunda. Y despacito comenzamos a descender, y desandar los mismos pasos que jamás pensamos que caminariamos a las 5am hora en que nos levantamos para ir a conocer esta Maravilla. Pero sabes qué.. el día no comenzó bien, al chino guía lo queríamos matar aunque la culpa no era de él, pero si lo hubiéramos hecho según lo previsto, ese día no sería tan mágico como lo fue, y haber llegado a la muralla no habría tenido tanta mística como hoy lo tiene. Gracias guionista de los viajes por habernos jugado una tan linda mala pasada.

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